
Mañana la noche será diferente. Mañana los cielos dejaran de ser opacados por naranjas luces de alumbrado público. Mañana podremos asomarnos a la ventana y ver el vecindario a oscuras. Mañana nuestras casas estarán en sombras. Mañana…mañana.
En el inicio de los tiempos todo era diferente, y no solo por el caso de que existían animales y plantas que hoy ya no se ven, ni que las tierras tenían otra morfología, sino que se podía respirar un aire distinto, se podía beber un agua diferente, las preocupaciones eran otras. Quinientos años antes de que nazcamos, nuestros antepasados medievales se burlaban ante la sola idea de que algún día se iría a comercializar el agua. Para ese entonces el agua era un recurso increíblemente asequible, bastaba en ir al pozo del pueblo, a la fuente de la casa, al río más cercano, a la bahía del horizonte… Ahora tememos que en cualquier momento estalle una batalla para dominar la poca agua apta para consumo humano. En fin, que tiene que ver el agua con el apagón mundial, tal vez se pregunten. Pues para algunos parecerá risible la idea de vender aire. ¡Por todos los cielos, vender aire, qué idea es esa!
Pues es una idea que no esta alejada de la realidad. En Japón se comercializa un producto parecido a una botella con una mascarilla, contiene aire libre de contaminantes y rico en oxígeno. ¿Les parece extraño? Igualmente extraño hubiese parecido portar una botella de agua mineral en la época colonial. Años y años de evolución nos ha llevado hasta lo que ahora somos, unos seres desarrollados, capaces de controlar fenómenos que antaño se creían imposibles. Construimos edificios capaces de soportar sismos, represas que se enfrentan a la fuerza de los mares, medicamentos que se ríen de las enfermedades que por mucho tiempo fueron el terror de la población mundial. Hemos avanzado mucho, es verdad, pero no lo suficiente. Vivimos en un mundo de conflictos creados enteramente por la mano humana, en su mal uso o en su descuido. No obstante mañana tenemos la oportunidad de subsanar una pequeña parte del terrible mal ocasionado. Mañana podremos recuperar un territorio perdido entre las densas nubes negras que nada tienen que ver con lluvias, mañana tal vez hasta veamos estrellas que hace tiempo no pueden mostrar su rostro por que se interpone un velo envenenado.
No dejemos que nuestro futuro se vea dificultado por nuestra negligencia, aun estamos a tiempo para dar un giro a nuestras acciones, para poder disfrutar de la pureza de los ríos, para poder respirar tranquilos en las avenidas, para dar a nuestros hijos la oportunidad de conocer las maravillas que ofrece este planeta que no dejaremos perder.
En el inicio de los tiempos todo era diferente, y no solo por el caso de que existían animales y plantas que hoy ya no se ven, ni que las tierras tenían otra morfología, sino que se podía respirar un aire distinto, se podía beber un agua diferente, las preocupaciones eran otras. Quinientos años antes de que nazcamos, nuestros antepasados medievales se burlaban ante la sola idea de que algún día se iría a comercializar el agua. Para ese entonces el agua era un recurso increíblemente asequible, bastaba en ir al pozo del pueblo, a la fuente de la casa, al río más cercano, a la bahía del horizonte… Ahora tememos que en cualquier momento estalle una batalla para dominar la poca agua apta para consumo humano. En fin, que tiene que ver el agua con el apagón mundial, tal vez se pregunten. Pues para algunos parecerá risible la idea de vender aire. ¡Por todos los cielos, vender aire, qué idea es esa!

No dejemos que nuestro futuro se vea dificultado por nuestra negligencia, aun estamos a tiempo para dar un giro a nuestras acciones, para poder disfrutar de la pureza de los ríos, para poder respirar tranquilos en las avenidas, para dar a nuestros hijos la oportunidad de conocer las maravillas que ofrece este planeta que no dejaremos perder.