viernes, julio 24, 2009

“La ciudad ya perdió la cordura…”

Diecisiete semanas. Diecisiete inicios y fines de semanas de los más raros, caóticos y agradables colores. No sabría por donde comenzar para relatar… Y es que comencé como quien entra a una sala de cine luego de una tarde divertida, esperando solo sentarse y disfrutar de las imágenes, despertar esos deseos, emociones enmarañadas que siempre salen a flote y que uno lo sabe muy bien por que para eso exactamente eligió aquella película entre todas las de la cartelera. Apenas empezaron a rodar los primeros minutos cuando mire alrededor y no era más aquella oscura sala de cine donde no conocía más que el asiento en el que me encontraba. Ahora era otra cosa, algo mas como una embarcación. Un gran vehiculo que llevaba personas que querían llegar al mismo destino. Un destino que de seguro esta luego de una larga y cansada travesía. Eso es más exacto.

Diecisiete semanas llevo, pues, en este navío. Diecisiete semanas en las que he convivido con personas distintas, de historias y perspectivas ajenas, de ideas fabulosas, sueños fascinantes, etc., etc.… Personas con las cuales he tenido que aprender a trabajar, a mostrar mis atributos y defectos, valorar los suyos y sentirme defraudado también. Ya sea por esa inexplicable fuerza que nos lleva a buscar alguien con quien hablar, un aliado, un compañero que nos mantenga la conversación… o por que a los capitanes de cubierta les dio la mera gana de formarnos en grupos para ponernos a prueba. Somos un equipo de varios equipos, un manojo de cabezas que apuntan sus ideas a un gran árbol con muchas ramas, somos…como un rebaño dentro de este navío. No hay espacio para simples turistas que llegan solo a mirar, puestos estos ya empiezan a caer por la borda.

Cuando desperté una mañana y vi el aglomerado de cosas que tenia que hacer en tiempo record, supe muy tarde que estaba metido en esto hasta la cabeza. Ahogándome… pero quien tiene miedo a saber lo que hay bajo el manto de arenas movedizas? Si nadie sabe lo que hay ahí es por ese temor a meter la cabeza y ver. Dentro de mi navío caí en una especie de arenas movedizas (que grande el navío, eh?) y se que la respuesta no es luchar desesperadamente… tampoco ataré una soga e intent
are salir hecho un manojo de carne cansada e acalambrada. Puedo fundirme, clavarme aquí, y aprender a salir cuando quiera, solo es cuestión de tiempo…de tiempo y esfuerzo. Hasta ayer pude ver una vez mas aquellos rostros apagados de quienes, como yo, en alguna u otra cosa fallaron y deben volver a realizar parte del viaje nuevamente.


No tengo miedo ni desespero ante la carga que tendré que llevar, por que recuerdo el camino, se donde tropecé y cual piedra debo evitar. Algunas semanas tengo de libertad para poner todo en orden y reemprender la marcha, ojala la tripulación esté completa.


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